El dolor que experimentamos al tatuarnos,
Cuando las agujas se introducen en nuestros poros,
Lo sentimos en lo habitual de nuestras vidas.
Las agujas encarnan personas, decisiones equivocadas
y contextos adversos a nuestros deseos.
El dolor lo percibimos en la piel y en el pecho.
Se hace agudo y el estómago se retuerce.
Cansancio en nuestro cuerpo y nuestra mente
El tiempo es relativo, el minutero del reloj se para.
La ansiedad pide a gritos un final.
El tatuador hace su última limpieza,
La toalla seca la sangre y los líquidos de la piel lastimada,
Nuestras manos secan el sudor y las lágrimas.
El dolor desaparece, olvidamos la adversidad.
Una pieza fascinante queda tatuada en nuestra piel,
La vida sigue siendo hermosa,
Las estrellas iluminan la noche,
Caemos de nuevo en la seducción de su naturaleza.
Inexorable como el dolor en la vida y el tatuaje
Al final solo queda contemplarlos, sentirlos, vivirlos.
Nos llenamos de fuerza y motivos para el próximo,
Sin la certeza de que tanto dolerá o que tan grande será.
Así me consoló mi primo Andrés,
Al oírme maldecir la vida, mientras hidrataba mi último tatuaje.
Fotografía por Cleo Thomasson
Sig – Dignificando la existencia.