Mi casa es de concreto. Un material fuerte y poroso. Siempre he pensado que dentro de él habitan todas las células de piel muerta de los visitantes de mi casa. Me gusta pensar que si hiciera un corte transversal se podrían observar las capas de todas las emociones vividas dentro de ella: los días de mi niñez, donde todo el tiempo era juego y risa, las tardes oscuras de mi adolescencia dentro de mi habitación escuchando música, escribiendo poemas existencialistas y sufriendo por desamor.

Un registro geológico-emocional de la casa. El juego extenuante de historias y encuentros, en cuya mezcla suelo mirarme cuando pasan los años.

Mi casa a veces se hace chica y se siente como una caja sin salida, donde cada vez que quieres escapar se levanta un muro o se genera una raíz; una trampa interminable. Sin embargo, otras tantas veces se siente como si fuese una matriz; el refugio seguro, un oasis dentro del caos, un respiro en medio del abismo, una luz dentro de sombras muy largas de donde no quieres salir jamás; un abrazo, un mimo, la palabra exacta. El mundo de afuera te convierte en agorafóbico y el único lugar seguro es ella. Te arropa de vez en cuando.

Mi casa es una radiografía de vida y de recuerdos, en cuyos pasillos habitan aún las risas y murmullos de los que me han dejado, mis abuelos, mi hermano… ¿Cómo podría dejar atrás esos susurros que me hablan a veces, suavemente y otras me recriminan? Cómo caminar sin los muros, sin el suave rayo de luz que entra por la ventana y me arropa el alma.

Mi casa es una colección de rutinas combinadas. Ha contenido cada pensamiento, cada lágrima, cada risa, cada deseo, cumpleaños, partidas, gritos, navidades, tantos secretos…. Angustia, ansiedad… En sus movimientos pasean los sueños perdidos, las promesas desgastadas. Cada que se abre una ventana, cada que se cierra una puerta, cada que digo algo, rememoro el historial de sus profundidades. Recuerdo.

Un registro.

Y ahí está la fachada, que siempre está como si nada. Como un fuerte que no se rinde. Adentro se desmorona el alma, pero afuera es linda, con sus plantas, sus flores, te sonríe. Aunque dentro habitan las almas de los presentes y de los ausentes. Recorriendo los pasillos de un lado a otro. Como si no quisieran irse.