Mente turbia en cuerpo enfermo

Eran las siete y diez cuando finalmente le quité las baterías al reloj.
El estruendo de los segundos aun retumban con violencia en la habitación y penetran aún mas fuerte en mis oídos.
Pensé que el silencio me tranquilizaría, aún guardo fe en ello, pero se me escapa, desde hace días me acosa el eco de mis pensamientos y los gritos de mi pesada respiración.
Ya perdí la cuenta de las veces que he despertado hoy, siempre me recibe el mismo techo, el mismo aire caliente que sube por mi nariz.
Los días escurren como agua entre mis dedos y a mí me queda poco tiempo en mi cantimplora.

Fotografía por Michael Gershtein