Orlando iniciaba su tercer round de masturbaciones matutinas al ritmo de Neoplatonics, mientras pensaba en la completa desnudez de María. Esto, era una secuencia espacio – temporal, imaginaria, que le permitía siempre el mayor de los éxtasis; no sin antes emprender su onanismo con primer y segundo tiempo los cuales solían ser, aunque placenteros, poco extraordinarios.
María, despojada de todo.
María sin su vestido.
Sin joyas, María.
Sin bragas.
María lejos de ser María.
María, siempre llena de gracia.
Su ritual de jueves en la mañana había culminado. Ahora, el agua de la ducha era quien resbalaba por su cuerpo limpiando rastro físico alguno de lo que había sucedido minutos antes. Acto seguido, Orlando se dirigía a escoger su mejor traje y fumar su último cigarrillo antes de salir.
Salir pensando en María; salir para ver a María.
Pensar en María si no fuera María.
María, siempre llena de gracia.
María ya no estaba. Sólo había dejado sus letras en la habitación.
“Orlando, queme esa foto. Deje de creer que soy un recuerdo indeleble.
Orlando, yo no puedo quererlo, usted no acepta lo que soy.
Una mujer.
Yo soy María, y ya no necesito oraciones.
Dígale a mis padres que ya no vayan a la iglesia por mí, yo no necesito una cura.
Yo no tengo ya enfermedad.
Orlando, váyase lejos.
Orlando, yo ya no soy Bayron.”
Fotografía: GORSAD.KIEV
1999.
Colombia.
“Yo creo que en este preciso momento estamos siendo alucinados por un Dios intoxicado y todas las galaxias y todas las realidades se desprenden de su delirio.”