Me da miedo no lograr ser aquella mujer segura de la que tanto escucho hablar allá afuera,
las veo vestirse de serenidad
y un miedo aterrador me llega por no sentirme radiante cada visita al sol.
Me falta el aire cuando me pienso hueca,
pienso en olvidos,
en hollín cubriendo mis arterias;
como si la marea subiera hasta mis recuerdos y me ahogara en cada uno de ellos.
Despierto y
a veces continúo dormida, aunque camino.
Culpa siento
por no descubrirme
o tal vez terror de saber el amor que me tengo
y entender a cuánta comodidad debo renunciar.
No es tristeza, es silencio culminante, es marea interminable.
Las palabras se acortan tanto, que el silbido del viento hace juego con el silencio de una mujer rota.