En la escuela me han pedido incontables veces que, sin falta, subraye siempre lo importante. No sé si se trata de una extraña incapacidad para ser muy selectivo, un deseo ecléctico para resaltar información o una innata y rebelde necesidad de no seguir indicaciones. Puedo decir, francamente, que da lo mismo.

Encuentro difícil resaltar sólo una cosa en un único párrafo, o en una sola página.

Yo simplemente lo remarco todo.

Yo soy mi propio marcador, lo lleno todo de esa tinta amarillo fosforescente, hambriento, añorando saberlo todo.

En mis libros, las hojas no son blancas, sino que ahora son amarillas. El vasto panorama de tinta empleada alarma mi cabeza con una inconcebible idea: algún día se me acabará la tinta.