Marañas vacilantes

En medio de lo irreversible
y encharcada de minusvalía,
busco y rebusco
la respuesta al mismo porqué
que me ha acompañado desde hace más tiempo
del que me gustaría admitir.

De haberlo explicado
desde la primer maraña de sentires,
el gran colapso podría haberse contenido lo suficiente
como para no arrasar con mi templo.

En una realidad
donde las reacciones
suceden durante las acciones
y las desilusiones,
una va perdiendo la fuerza
para siquiera luchar por ponerse a salvo.

A mí me arrebataron todo,
excepto el llanto.

Cada lágrima
carga con kilos de responsabilidad sin dueño,
acuerdos sin pertenencia
y disculpas sin intención.

Por lo que al vaciarme,
me quedo quietecita
intentando conservar el equilibrio
y resaltar un grito aislado
exigiendo salvación
que sólo en segundos de conciencia,
entiendo en mí misma.

Antiguos demonios me saludan dichosos
y me miran burlones
parados al pie de la puerta
esperando mi siguiente movimiento.

Y yo, cansada…

Sonrío.

Fotografía por Francesco Sambati