Podría quedarme acostada aquí, con la luna. Y mis manos acariciando su infinidad, con movimientos aleatorios en el aire. La siento porque no está y mis pies plantados en el suelo, reviven el atardecer que hace horas me acompañó.
Ojalá todas las lunas vinieran, junto a mis sombras, haciéndolas más fuertes, más grandes, más vivas. Ojalá los atardeceres me llevaran entre sus rosados movimientos, el naranja que en mis ojos se interpone, la flora que diviso en la lluvia. Ojalá así fuera, como lo natural, lo que me lleva y no me lleva, como la brutalidad de los desastres, el movimiento inevitable del viento y la muerte inesperada de las flores.
Me gusta escribir para detener mis pensamientos. También me gustan las enchiladas.