Me condenaste a esta anorexia emocional.
Ya no quiero seguir alimentando mi desgarrado corazón con tus memorias. Él ya ni siquiera puede comer. Tu mendacidad le provocó caries, y sus dientes terminaron por caerse.
Las circunstancias me dejaron en este deprimente estado psicótico. En un desfase de realidades.
Hoy compré un ticket de autobús que me llevará rumbo al cielo lapislázuli. Es ahí donde te busco últimamente, en tu estrella, que iluminaba mi camino en el pasado.
Alguna vez dijiste que estarías a mi lado el resto de tu existencia, que darías tu vida por la mía. Es triste en realidad saber que todo fue un fraude, una vil falacia.
Entregar mis sueños e ilusiones a una estrella equivocada.
Fui incrédulo por confiar en tus palabras.
Son las 7:52 de la mañana en estos momentos, estoy en un rincón, junto a mí se encuentra mi perro, cómo casi siempre. Veo sus ojos y siento que su mirada me dice «Ya imbécil, no llores, todo estará bien, yo te quiero».
Confío que debajo de la mesa, en dónde escribo todas las tardes, se encuentra el asfalto, y más abajo, estoy yo, sin poder respirar. Sin ti.
Una criatura inhabitual que prefiere las plantas sobre las personas, que aún le pide deseos a la luna, que entrega mucho y que le encanta pasar las tardes de domingo horneando bizcochos, ese soy yo.