Existen personas a las que les gustan las trizas.

Tal vez pueda ser un ejemplo de esto.

Los rotos, los rotos ya no sanan.

Enamorarse de ellos es una mala inversión, lograrás que te quiera si bien (¿o mal?) te va, pero ten por seguro que ira rompiendo, poco a poco, cachito a cachito.

Te cuidará a su manera, pero nunca recordará tu cumpleaños. ¿Abrazos? ¡Tendrás que darlos tú!

A los rotos les gusta construir para con ello ver caer. Dinamitan todo y todo e tiempo. ¡Les gusta ver el mundo arder!

Te aseguro que no querrán lastimarte pero todo el tiempo estarán rompiéndote.

Primero te romperán una sonrisa, luego un brazo continuarán con tu ilusión de una vida juntos, una pierna, el corazón, el alma, la vida…

Te desvivirás por hacerlo feliz   y le darás: cartas, poemas, cafés, tés, espacios y tiempos. Todo para hacerlo sonreír. Y a cambio tal vez recibas una mueca.

Y así comenzará a matarte la idea de saberlo triste pero sobre todo de no poderlo hacerlo feliz.

Mejor dicho de poder hacerlo y que se rehúse ha serlo. Es así es como son los rotos, los rotos no quieren ser felices, les atemoriza la idea de serlo.

Tendrán buenos días y (buenas noches), incluso comenzarás a olvidar que estan roto, te engañaras creyendo que lo estas sanando y de nuevo comenzarás a construirlo. Poco a poco creerás que haz logrado algo hasta que te recuerda, de alguna u otra manera que los rotos no se dejan construir.

Así que huye cuando sientas la penosa necesidad de enamorarte de un roto.

¡Huye si estas a tiempo! Lo digo en serio.

Pues nunca podrás coser a un roto, pero el si podrá romperte.

Fotografía por Stanley Bloom