Todo empezó con entusiasmo, tú tan atento y yo tan coqueta para que sólo te fijaras en mí, en nuestras cabezas sonaba Every other Freckle de Alt J y todo mi mundo giraba por ti.
Fueron muchos meses de descubrimiento: tu peca en la espalda de lado derecho casi llegando al cuello, tu forma tan ñoña para pronunciar la “s”, esa manera de caminar tan peculiar, el odio por los pellizcos, la terquedad que invade tu ser y ese nivel de orgullo que llega cuando la cosas van mal para nunca ceder.
Yo era todo lo que querías, esa chica interesada por el arte y la literatura ridículamente romántica con un toque de tristeza, piel pálida, cejas despeinadas, complexión delgada y una forma muy convencente de hacerte soñar.
Recuerdo la primera despedida, aquel ticket aún lo conservo y también la promesa de quererte siempre. Pero, esos meses acabaron, tú fuiste descubriendo el mundo y yo iba cerrando el mío; para que nadie más entrara, dejándolo intacto para ti.
Pero la idea de ser la única especial para ti se derrumbó en un segundo y cayó encima de mí; no sabía dónde esconderme mientras veía todo caer poco a poco hacia mí. No supe cómo reaccionar porque nunca me había sentido así y no sólo cargaba con ese dolor, también sentía decepción de mí por todo lo ocurrido.
Con el paso de los días empecé a recoger todos los escombros, fui dejándolos lejos para que no nos estorbaran; aunque algunas veces encontraba algún rastro a mi al rededor.
Pero entonces entendí que tú no eras ese y yo no era esa, y para que vuelva a sonar Every other Freckle en nuestras cabezas tenemos que convencernos completamente de eso.
Fotografía: John Kilar | Instagram
Algunas veces Hanna, otras veces Elena.