Para leerse con I Follow Rivers de Likke Li, The magician
Sus amigos le comentaron que yo les recuerdo a ella, no tengo idea de quién es “ella”, pero es una de esas personas del pasado. Mi estilo, mi manera de expresarme, mi manera de ser, les recuerda a esa chica y no quise caer en las cuestiones físicas porque de por sí ya era… diré doloroso, incómodo y aunque presumo de tener complejo de ombligo del mundo, la verdad es que son apenas unos bisbiseos en esa “manera de ser” que sus amigos ya han condensado, entonces agradezco la certeza del cliché, por supuesto que hay tantas personas parecidas a mí, física, emocionalmente, personas que piensan como yo, eso lo he sabido desde los siete años cuando la profesora de primaria me presumió haber visto a una chica igualita a mí el fin de semana, con el mismo lunar en la mejilla izquierda, con el mismo tono de piel. El horror y el desencanto desde los siete años a cambio de creer en las particularidades y maravillarme con el conjunto de ellas en cada persona.
Por supuesto que mi primera reacción fue un ¡auch!, pues sí, considerando la población mundial, la población mexicana, las características genéticas compartidas, el hecho de que soy una persona promedio, ¡vamos!, incluso hay parecido con mi hermana (dicen), es ridículo recalcarme mi falta de originalidad; sin embargo todo este alboroto empezó con un tengo miedo porque dicen que…, ¿miedo?, ¿miedo de qué?, ¿ella era mala, fea, sosa, idiota, te hizo daño, no la querían, leía primero el final de un libro, tenía tres ojos o qué?, entonces ya había algo más, miedo de que yo sí me pareciera, a mí eso no me dio miedo, me dio asco y como dije, me desencantó. El ruido en la oscuridad llama y casi siempre termina en una exploración de la fuente, también se es vulnerable cuando se es curioso, soy un patrón, pensé, seguramente soy un patrón y yo imbécilmente estoy pensando en la delicia de lo poco probable. Me aseguró que no soy para nada como ella, que tampoco está repitiendo un patrón conmigo, pero él me parece la fuente menos confiable en esta situación.
Me gusta de los duraznos que los puedes partir a la mitad con la mano y de inmediato observar la infame semilla almendroide, en esto terminó el análisis, por un lado el pedazo que garantiza la certeza de la no convergencia con esa persona, no desde un punto de vista pueril e infantil que desdeñe una conclusión ajena, sino desde los atisbos de desconocimiento y falta de criterio y raciocinio para llegar a interpretar o dilucidar una “manera de ser” (según yo); por otro lado estaba esa duda, ¿y si repite un patrón conmigo?, ni siquiera hablo del bien y del mal, creo que ese dualismo en cuestiones de ser el patrón de alguien es lo de menos importante y ni sé de qué va cada uno, en fin, ¿qué se hace con dos pedazos tan disímiles?
La amigdalina es un diglucósido cianogénico que libera cianuro al ser ingerido (Morillo, 2016), y entre varios frutos, se encuentra en la almendra de durazno, la metáfora del mes, y en este, mi caso específico, el cianuro se me antoja el valemadrismo, en pequeñas dosis que no sean mortales, porque puede que sea cierto, puede que sea un patrón y uno sin una pizca de sabor, uno “malo”, puede que me parezca a ella, que las dos despertemos a las cuatro de la tarde recordando las palabras inventadas que soñamos, o que las dos nos ensuciemos la boca comiendo paletas heladas de grosella, puede que no, puede que, a diferencia de mí, ella sí sea una maravilla, puede que la gente que no me conoce en realidad sí lo hace y contrario a lo que pensaba, contrario a las reuniones de días con Ale, Víc, Liz y Porras, para desmenuzar cada acto con el afán de acercarme más a mí (sin delimitarme), no han servido y son basura pues basta con ver un tweet o una insta story y saberme… puede que sí y no me importa, no quiero saber porque no-me-importa, desconozco la razón que le llevó a mencionarme esto, tampoco quiero adentrarme en ello, y estoy a las seis con treinta y tres minutos de este domingo caluroso en cama, con el jérsey de lentejuelas bonitas, escribiendo que sencillamente el valemadrismo es una delicia. Que al final cada uno es protagonista de su vida, que se preocupen ellos de sus patrones, de su pasado, de sus clichés y miedos. Yo estoy, soy mi historia y mi egoísmo de hoy solo me da para ver el brillo delicioso de las lentejuelas.
Referencias:
Morillo, Juan, Extracción y cuantificación de amigdalina por método kjeldahl, en almendras de prunus persica (durazno), comercializados en el mercado mayorista “La Hermelinda” de la ciudad de Trujillo, región La Libertad – periodo 2016. Tesis. 2016
Fotografía: Franco Carino Zanotti
Químico Farmacéutico Biólogo UAEMéx. Loca de familia paterna, enamoradiza de familia materna. Hay que portarse mal para divertirse