Caer en la autodestrucción, despertar sin las formas de tu cuerpo sobre la cama, sin el olor del charco de oro y haber soñado que tu gato me decía que regresara. Odiar a la gente que justo en esta cruda etapa se les da por reproducir todas las canciones que escuchabas y hablar de todos los lugares de donde vives y de la luna roja y del feminismo. Sentir un desorden dentro. Llenar el vacío con cigarro y café. Tirar todos los poemas que nunca leerás. Hacer una favela en la cama y no querer abrir los ojos durante todo el día. Llorar, llorar hasta que la sed pida más agua. Sentir la ruina del presente. No dormir o dormir por ratos, porque sólo así apareces amándome como siempre quise. Lastimarme escuchando la gracia del tarot. Estar podrido, estar verdaderamente roto. No soportar tu recuerdo ensimismado. No poder dejarte ir, no querer dejarte ir. No aceptar que ya no vas a regresar a casa.
Y la vida para qué si se muere en cada esquina.