Íbamos sin buscarnos… Nos encontramos en el metro Pantitlán, a las seis de la mañana. Te veías hermosa, tan hermosa como te veías en mi cama. Ya sé que te ha ido muy bien y que ya no lloras cuando estás con él. Ya no te mando mensajes a mitad de la noche cuando sé que estas solita, porque eso de ilusionarme ya no lo soporto. Pero al mismo tiempo te deseo todita. Ya casi olvidé esa caótica destrucción prosaica de dos almas que se juraron todo y se dieron nada.
Ya no aguanto hacer de cuenta que está todo bien. Lavarme las manos sobre todo cuando están limpias. Pensar para no desear. Leer para no pensar. Expresar para adentro. Hacer un revelamiento sobre equis tema. Distraerse. Estirarse y gemir. Fingir un orgasmo. Fingir que hay otro. Meterme más cocaína, larga y espesa cocaína que se extiende como camino de nieve hacia un agujero negro que la aspira como si fuera eterna. Tomar más vodka que decisiones sólo porque tú odias el vodka y amas mis decisiones. Decir adiós y no saberse ir. Todo lo que está a punto de no suceder. No es insomnio, es amor: el amor distorsionado por las Kardashians. Te olvido y me gustas de repente. Estamos tristes, ignoramos la causa. Porque la vida sin ti no es nada y preferiría que nunca te levantaras de la cama y que ya no lloraras a mis espaldas. Que me digas cuál es tu lado favorito de la cama. Extraño verte quitar el brasier y presenciar un culto ritual para una deidad pagana. Recordarme a mí mismo una y otra vez que aquí es cálido, es cómodo, es seguro. Ceder ante el anestésico que es el murmullo de tu respiración. Quédate conmigo. Me estás volviendo loco. Bésame muy duro, muérdeme los hombros. Haz una fiesta en la cama, cambia mil veces de almohada. Déjate abrazar por el frío de la mañana, acuérdate de no pensar en lo drogada que estabas. Enciende un cigarro, un porro, una vida. Pon tu música favorita. ¡Deja de llorar niña tonta! Deja de llorar y bésame de una vez por todas. Deja de llorar y deja de recordarme a que sabe el dolor, deja de culpar a todo el mundo a tú alrededor y deja de recordarme porque todas las chicas tristes besan mejor.
Fotografía: Dennis Schnieber
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