La vida, me dijo alguien, es como un concierto.
Está quien toca y se desvive entre líneas trágicas, entregando el cuerpo,
quien mira a una multitud mientras se pregunta:
¿cómo-cuándo empezó todo?
Está quien replica los coros en silencio, evocando los buenos años
de cuando los meses iban más lento
y no se tenía que recordar tanto;
está quien sueña con ser ese falso ícono a lo lejos,
quien consume algo para viajar dentro,
quien no sabía que esa banda tenía ese nombre.
Ah, esa canción ya la he escuchado antes.
Sí, mi papá la ponía cuando éramos jóvenes.
Está quien lucha por no dormirse,
quien entre el oleaje del alcohol rememora su nostalgia,
quien sólo fue a acompañar a alguien,
quien no quiso ir solo.
Está quien se asegura que el sonido sea el idóneo,
quien sigue al artista para tomar una foto
que publicar luego junto con una frase.
Está quien sólo mira entre el gentío, buscando su lenguaje;
quien encuentra el amor en un instante crudo.
Está quién rastrea la letra de una canción en su memoria,
quien espera a su amigo para felicitarle por el performance.
Está quien documenta su trayecto,
quien se graba cantando como si alguien fuera a verle.
La vida, me dijo alguien, es como un concierto.
Sólo que no sabemos quién es quién
al final.
La vida es como un concierto
