La perversión de los medios

Mi sobrino cayó en el fentanilo. Está hospitalizado. Va a perder el año escolar. Mi cuñada está muy mal. Responsabilizo a los medios y demando una indemnización. Las noticias sobre el consumo de esta droga, su poder de adicción y los daños a la salud que conlleva no tienen como objetivo prevenirte de que lo pruebes ni mucho menos: son un anzuelo, una invitación. Son unos cabrones. Hacerle mala publicidad a algo es, estrategia paradojal, hacerle buena publicidad. ¿Voy a creer que de no ser por los medios mi sobrino y sus amiguitos se hubieran enterado si quiera de la existencia de esta madre? Por supuesto que no.

Después de sus campañas para «generar conciencia», fue que la organización verdaderamente comenzó a generar ganancias. Los dueños de los medios forman parte de la organización. Son los encargados de promocionar el producto para que llegue a oídos de todos (incluidos los oídos de menores de edad). También están los que lo fabrican. Y quienes lo distribuyen. Los que lo consumen representan, aunque no les guste, el último eslabón de la organización.

Ahora todos sabemos del fentanilo, anda de boca en boca, de fiesta en fiesta, de seso en seso. Punto para los medios. Sólo les falta poner un número de contacto y decir: «Cuidado con marcar este número porque ahí te pueden dar informes y vender lo que quieras. Dale la vuelta a las drogas. Quiérete más».

Ellos (la organización) saben del efecto de la prohibición, de tu innata curiosidad, de tu pulsión de fiesta y de tu pulsión de muerte.

Mientras tanto, mi sobrino sigue en el hospital. Está estable. No les voy a pedir donativos ni sangre. Sólo les voy a pedir que no lo juzguen ni a él ni a sus padres, que le manden toda la buena vibra y lo tengan presente en sus oraciones.