Crees ir por el buen camino. Terminas la universidad, todo es risa y diversión, te sientes afortunado y comienzas tu vida laboral. Es extraño como nos toca decidir nuestro futuro a tan temprana edad, o no tan temprana.

Comenzando a laborar para esas máquinas del sistema en el cual solo eres un engrane más, uno por supuesto desechable. Las amistades que cultivaste en tu juventud, cada día son más escasas y lo único que queda es ver sus insta histories, viendo o tal vez pensando como a los demás les va mejor que a ti. El reflejo de las redes sociales es la cara bella de la moneda. Piensas que lo tienes todo bajo control, pero de repente, llega la incertidumbre y la tristeza. La náusea le llamaría Jean-Paul Sartre.

Sientes que no es el camino en el que quieres estar. La ilusión está perdida y llega la nostalgia por la vida que llevabas en el pasado. Te entra el miedo al fracaso ya sea laboral o sentimental. Y no entiendes por qué te está pasando esto. Estamos tan programados para producir, que sentimos no merecer perder el tiempo.

No sé exactamente en qué momento la náusea apareció, pero me caí, perdí todo lo que formé. Tuve que regresar a la casa de mi madre. El confinamiento no ayudó mucho, a mitad del año una crisis de pánico, dejé el trabajo, el cual estaba cómodo, coincidí con una persona, a la cual quise en demasía, pero lo peor estaba por venir, antidepresivos, drogas y alcohol hasta caer. Todo venía a peor, Netflix todo el día. Procrastinar esta a la orden del día.

“No tengo tiempo de cambiar mi vida” del buen Rockdrigo se volvió mi himno, porque “la máquina me ha vuelto una sombra borrosa”.

La realidad es que nuestra vida a los veinte ya no es como la de nuestros padres. Tener que luchar contra millones de otros graduados, todos ellos ratitas del sistema como yo, luchando los unos con los otros para encontrar un trabajo, tratar de sacar la lana para pagar tus vicios, tus necesidades o intentar ahorrar para independizarte y tener tu primer depa en la ciudad de la furia, y al mismo tiempo intentas sacar de la nada el tiempo para avanzar con tus relaciones y proyectos personales.

Te encuentras en un ciclo perdido, donde te enfrentas a la vida, nada existe en realidad, solo tú y ese ser de luz en tu interior.

Nos educaron para un mundo que ya no existe.