Caminamos de madrugada hasta el pito -como siempre- por la Doctores.
Yo me adelanto y llego a Cuauhtémoc, pero cuando volteo a buscarte alcanzo a ver que te quedaste a mitad de la calle porque no dejas de vomitar.
Corro como puedo hacia ti y recojo tu cabello para que no lo llenes de todo el rush que estás guacareando.
No es vómito normal, te estás muriendo por todas las chingaderas que nos metimos.
No sé qué hacer, estás pálida y tus ojos no ven hacia ningún lugar.
Busco mi cel para llamar a una ambulancia y por frita no recuerdo mi código de desbloqueo y a ti te sigue cargando la chingada.
Comienzo a llorar.
En ese momento recuerdo que me dijiste que ya no querías ser mi amiga, que ya no te hablara pero no puedo dejarte ahí, todavía me importas y te quiero un chingo. De esto me doi cuenta cuando despierto y topo que pese a todo, sigo soñando contigo.
Fotografía: Matt Gomes
A veces me siento onírica, ajena y carente de alguna realidad certera.