Semanas después de que cancelara la salida al cine para ver la película de estreno con Oliver, este me volvió a buscar y fue con una llamada breve, me preguntó si nos podíamos ver.

Yo no tenía nada mejor que hacer, así que le dije que llegara a mi casa cuando quisiera.

No pasaron ni quince minutos cuando el sujeto ya estaba tocando a mi puerta, entró, lo primero que hizo fue darme un beso en la mejilla y preguntarme que como estaba.

-«Bien»- le contesté mientras sacaba una cerveza del refri.

– «Oye, necesito que hablemos, después de que me cancelaras la última vez por estar en la peda me quedé pensando en que si fueras mi novia podría ayudarte a superar tus adicciones, empezando por la cocaína»-.

Me enojé un poco. «No sé cuántas veces te tengo que decir que no podemos estar juntos, además el ser pareja no me va a solucionar nada». -Le dije mientras encendía mi cigarrillo en el balcón del depa.

Él comenzó a hablar y hacer ademanes con las manos, se ve que quiere llorar, pero no lo escucho, solo me concentro en disfrutar mi último cigarro deseando que fuera una línea o dos de cocaína, además la vista desde aquí es hermosa y la cerveza está muy fría.

Eso me recuerda que hace 15 días no me doy el lujo de aspirar ese polvo porque me corrieron de mi trabajo, dicen que llegué ebria y me agarré a putazos con un comensal porque no me dejó propina.

Ni siquiera lo recuerdo y me lo reprocho día a día, no por lo que se supone que hice, sino porque sería una buena historia para contarle a los nietos de alguien más.

Como sea, en este inter Oliver me pregunta que si lo estoy escuchando.

-Rayos, no lo estoy escuchando en absoluto-. Pienso para mis adentros.

  • «Sí, te escucho fuerte y claro» – Le contesté mientras lo miraba de reojo.
  • «Pues no parece, Emilia. Pareciera que siempre me ignoras, es como si estuviera hablando solo, te quiero mucho y no sé qué más hacer para que te des cuenta»- Me dice en tono triste y enojado a la vez.
  • «Ese el pedo, Oliver, yo no te quiero, no te he correspondido nunca y lo sabes, en vez de alejarte lo único que haces es presionarme para que yo te quiera y las cosas no son así, ya déjame en paz»- Le grité fuerte mientras le señalaba con mi dedo el camino hacia la puerta.

Cuando no consumo coca me pongo de malas muy fácilmente y aguantar pendejos me revienta.

Él me miró fijamente durante algunos segundos, tomó su mochila verde sobre el sofá, caminó hacía la puerta y la cerró fuertemente sin antes decir “Ojalá fuera pinche cocaína para que siempre me quisieras contigo”.

«La cosa es que no lo eres, pendejo». Me dije a mi misma mientras le escribía un mensaje a mi mejor amigo:

-Ya se fue este cabrón, caile-

– Voy con caguas, llego en 10. – Respondió Damián.

-Octubre 2018, bitácora de una adicta

Fotografía por Jocelyn Catterson