I
Te miraba a lo lejos.
Pero a lo lejos no de distancia
sino de tiempo,
que es la más jodida de las distancias.
De la que no se puede hacer mucho.
Y los recuerdos llegaban como balas que acribillan
porque esa es la condena de la puta memoria,
que recuerda pero no revive.
Porque si reviviera, te tendría aquí, conmigo.
Y así, por lo menos, me sentiría menos solo de lo que siempre me he sentido.
II
Podía haber preferido sólo buscar tus piernas.
Pero ahí estaba esa sonrisa y esos ojos y esa forma de decir las cosas.
Podía haber dicho no, yo no andaba buscando eso.
Pero qué carajos uno sabe de lo que busca cuando justo no anda buscando nada.
Y otra vez esa sonrisa y esos ojos y esa lengua.
No tu lengua en forma de beso, ni de ventosa, ni de rehilete.
Tu lengua en forma de verbo.
Podía haber preferido lo casual, lo efímero, lo pasajero, lo de sin mañanas.
Pero, una vez más esa bendita sonrisa y esos ojos y esa alma.
Tu alma que desnuda provoca más que una erección.
Podía haber preferido no saber cómo abrazas por las mañanas.
Pero, ya sabes, esa sonrisa y esos ojos y toda tú.
III
Ojalá compruebes que no todas las noches duran toda la noche.
Y no confundas tener un río para beber con saciar la sed.
Porque hay estrellas que para brillar necesitan el cielo más oscuro.
Maldita oscuridad que puede ser una diosa si eres tú entre las sábanas
y un demonio si soy sólo yo en los recuerdos.
Ojalá confundas mi nombre, ese que casi no dices.
Porque yo el tuyo lo llevo cocido a mi lengua.
Y lo he gritado tres veces a ver si apareces.
Y a las quinientas he quedado dormido,
con el consuelo de soñarte y arrebatarte por unos instantes.
Ojalá compruebes que hay bocas irrepetibles por más que todos tengamos una.
Que la piel tiene su lenguaje y pocas lenguas lo hablan.
Ojalá mañana amanezcas cansada y no sepas porqué.
¿Sabes por qué?
Porque por acá, trabajas a doble jornada en mi cabeza.
Todos los días con todo e insomnios.
escribo porque no tengo para el psicólogo.