Infringir, escribir

No seguir las normas para voltearlas en medio de un torbellino de azul,
sacurdi las olas hasta alcanzar la tormenta de un estornudo,
sacrificar la rabia por un momento de paz
y una fiesta con embudo.

Sin filtros y absurdo,
tibio como un huevo duro,
con la magia de una vela sin fe.

Momentos que no son recuerdo,
grises, escritos
y el amanecer como un turbio
incendio.

Las mañanas frías
con pies marchitos de no andar,
de quedarse en cama
con los sueños olvidados
por no seguir nadando
en aquel océano
donde perteneces.

¿Dónde?
No lo sé, quizás.

Donde existimos,
a través del viento
del susurro sobre el manantial
y unas cascadas que ya no saben a sal.

Se han difuminado las angustias,
de pronto la lucidez comenzó a brotar,
en medio del abismo
y del naufragio mismo,
después de haber se perdido
sin ningún mapa que pudiera guiar
lo que alguna vez de dedicó a soñar.

Regresó el fuego interior,
la apatía de correr,
levantarse por las mañanas,
recorrer, los más bellos paisajes,
a través de sus letras,
lenguaje único,
el elegido
para volver a describir
el poder de sonreír e infringir
las leyes absurdas por la seriedad,
insistiendo abruptos
de cuestiones insólitas
por la circunstancia tórrida
y torrencial tormenta
para jamás
volver a parar.

Adiós al silencio,
al sistema mutuo
de la pausa quieta,
en sistema de espacio.

Fotografía por Santo