De niño escribí un poema
en una libreta vieja,
un canto de sinrazones
escrito con dos crayones.
De niño escribí un poema
que era de un híbrido arte:
una mezcla entre epopeyas
y guías de alunizajes.
Hablaba de cosas bellas:
de las manos de mi abuela…
hablaba de mis temores,
de dragones y proezas.
Lo firmé con cuatro letras
y una mancha de miel maple.
Lo guardé, abracé a mi padre y
fuimos a jugar al parque…
[…]
6 en punto de la tarde:
cierro Windows y abro un lager;
suena Mingus en mis bafles
y me hundo entre ansiedades.
El sofá se vuelve un cráter
y la atmósfera un placebo
donde notas malabares
anestesian mis recuerdos.
Mis nervios en detrimento y
nublado mi entendimiento,
como un eco a contratiempo
ríen hienas en mi pecho.
Mis temores se hacen viejos
y mi consciencia obsoleta…
temblando frente al espejo
miro el fondo de mis grietas…
[…]
10:00 p. m. marca el sable
que desangra los instantes;
me despierta el vaho lábil
del silencio post-catarsis.
Me levanto aletargado y
con un tenue aroma a escoria,
con un dejo de tabaco
y un resabio sin memoria.
Veo en el suelo, confundido,
una alfombra de papeles,
y en mi mano un manuscrito
hecho con cera azul y verde.
Lo que antes era un poema
ahora es más un testamento,
una herencia de fonemas,
recuerdos y sueños muertos.
[…]
7:10 de la mañana:
suena el timbre de mi alarma,
detonando una resaca
que me escupe de la cama.
Vacilando voy al baño
entre temblores y punzadas,
con la espalda engarrotada,
náuseas, ansias y migraña.
Derramado en el lavabo,
mi reflejo se congela…
y al final, como un infarto,
me devela mi comedia:
Yo que en letras busco el beso
que me salve de este encierro,
las bastardas me condenan
a pudrirme entre complejos.
Santacruceño de nacimiento y juntapalabras por distracción.