Ahí estaba,
en la hora cero más perfecta.
Recordando la vez
en que estaba
del otro lado.
Contemplando el mundo
a la orilla del mar.
Seducida por un cielo
que no se veía nunca a sí mismo
y nunca en el mismo minuto,
pero siempre igual de absoluto.
Construyéndose a ratos
en la memoria abstracta
de cada espectador.
Modificando el rumbo
de una historia
todavía no escrita.
Hora cero
