Llegó con las suelas de los zapatos casi derretidas, se quitó la ropa y se quedó contemplando aquel saquillo de yute en el que guardaba recuerdos.
Cansado de los sinsabores del día a día, el tedio de la gente, el jefe, la familia, la casera impertinente y aquella joven modosa y voluble que lo hacía desatinar, decidió abrir el saquillo y así perplejo quedó. La foto familiar salió primero, el recuerdo de la fiesta de año nuevo donde todos hacían lo que aquel señor sin razón decía, por errado que fuera, la foto se tomó y su cara triste contemplaba mientras los gritos de su jefe se venían a la mente, no más.
El carrito que la tía Magda le había regalado en el cumpleaños número seis, ese carrito rojo que de no ser por el color y el modelo hubiese sido desechado como otros tantos juguetes de amargos recuerdos, pero este carrito fue entregado frente a todos con tal indiscreción del costo y lo poco merecedor que era de jugar con algo así. A la puerta, la casera recordándole que el sobre de la paquetería llevaba ahí una semana polveado y que daba un mal aspecto al edificio, no más.
El listón con el que se recogía el cabello su madre, ese listón blanco que quedó después de muerta y que días posteriores a su muerte avisaron porque llevaban años sin llamarse, pues ella llamaba sólo cuando tenía algún interés económico y cuando él marcaba jamás la encontraba, como cuando niño, solo lo abrazaba cuando encargos tenía que hacer, cuando la culpa cargaba, después le era indiferente. Ahí estaba sonando el teléfono aquella joven modosa pidiendo pasara a recogerla en diez minutos para pagar la cuenta del restaurante en donde quedo con las amigas, no más.
Decidió dejar todo atrás, no más.
Llego el día de la reunión para hablar de la herencia, reunidos todos en la mesa, con el coraje en las venas, la maleta en mano, la carta de renuncia y el celular sonando una y otra vez vació el saquillo sobre ésta y entre sollozos gritó a la familia que como un desconocido miraba: No crean ustedes que el destino es más de lo que cupo en la infancia. Y partió, no más. Era momento de atender al destino.
Morelos, México (1990) Fotógrafa autodidacta. Licenciada en Educación Básica, Maestría en Pedagogía del Arte por el Centro Morelense de las Artes.Especialidad en fotografía antropológica; actualmente estudia el Doctorado en Historia del Arte por El Colegio de Morelos. Diplomado en enseñanza de la Educación Artística por el CENART. Ponente y expositora. Ser humano y madre.