He rodado por la ciudad de noche.
La bocina atada a mi pecho suena.
A veces la escucho y a veces
es mi cabeza la que explota
Me detengo a beber cerveza o cosas más fuertes.
Fumo.
Ruedo.
Camino.
Me duelen los pulmones.
Me duele la garganta y la cabeza.
Pero, deseo la muerte.
No la busco,
pero, tampoco le rehúyo
¿Qué será de mí?
El día de hoy es el último.
Así como mañana
y después,
y así sucesivamente.
Soy un ser de diario.
Cada día como el último.
Amo como si mañana fuese a morir.
¿Estoy en el error?
¿Debería planear?
Prefiero beber.
Beber.
Beber.
Beber.
Todos los momentos como el final
porque no sé cuándo acabará,
y cuando acabe
estaré roto
-más-,
y volverme a construir me aterra
porque todavía recojo pedazos que quedaron en el camino
y no sé dónde ponerlos.
Es como armar un mueble
y ver un tornillo suelto.
No sé dónde embonarlo y mejor lo tiro.
He rodado por la ciudad de noche.
Y veo las luces.
Y me maravillo con ellas.
Y me duelen los ojos.
Y el pecho.
Y el corazón.
-¿ahí está?-
Porque las lágrimas que salen
y se secan con el aire
me laceran el rostro.
Porque no llora mi cuerpo,
llora mi alma
que todos los días encierro
porque no la quiero volver a escuchar jamás.
Escritor y fotógrafo. Creo en la revolución de las máquinas y que la vida sin café y mi bici no vale la pena ser vivida.