Hazlo. Gerardo susurra en mi oído y Patricia lo calla. Son las cinco dieciséis de la mañana y las vías del Metro frente a mí tiritan de impaciencia.
Hazlo ¿Por qué esperar? A esta hora podrían limpiar de inmediato, despertar a los peritos y agilizar el proceso.
No, mejor hacer que lleguen tarde a sus casas y no a sus trabajos, que no pierdan por ti el bono de puntualidad.
¡¿Cuál bono?! Te apuesto que de los miles que usan el Metro apenas unos conservan esa madre.
¿Tú qué sabes?
¡Lo mismo o más que tú! A ver, ¿cuántas veces nos respetaron ese bono a nosotros? ni cuando tuvimos el empleo nocturno y siempre llegamos a tiempo.
Oh pero ¡sí lo ganamos! Sólo que la empresa tuvo que retenerlo para mantener las comisiones del año siguiente.
¿Cómo les creíste? Puras mentiras, mentirosos que son, seguro ni necesitaban el dinero, pero cuando lo ocupan prefieren el nuestro, a exponer el suyo tantito. Si sí sabemos cómo son.
¡Oh pues! hay que averiguarlo, faltamos hoy y preguntamos, investigamos tantito.
¿Para qué? No tiene caso. Mejor de una vez nos vamos.
No, cómo crees que…
Sí, ya llega, de una vez…
-Hace frío ¿no? joven.
-¿Eh?
-Que hace frío. Dice un hombre de rostro adormilado mientras se frota los brazos.
-Ah sí, bastante. Gerardo se fastidia, Patricia sonríe aliviada. Con nuestras voces acalladas, abordamos el vagón.
Fotografía: Le Tans