“La angustia ha devenido apenas un sabor, el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.”                                     

– Idea Vilariño

Hace un año no sé en dónde estaba. Hoy tampoco lo sé.
Reescribo mi presente porque ya no sé qué hacer. Todo me parece absurdo, todo me resulta indiferente. Y no es el atípico sintomático que invade mi mente cada día quien me dirige hasta estos sitios. No es la costumbre, no es la tristeza. No es el desprecio de unos cuantos que desde hace un mes se situaban en el baúl de cosas (sí, cosas) que me valen muchísima mierda.
Pretendía hacer una carta, pero esto no lo es.  No es una carta de desahogo, ni siquiera podría llamarse monólogo en caso de que un desalmado en el afán de aferrarse al alipori decidiera intervenir en alguna reunión para externar un manifiesto de la inutilidad y precariedad que invaden su absurda existencia.
Hace un año pretendía hablar del año anterior.
Hace un año desconocía el potencial de autodestrucción al que ahora me aferro.
Hace un año decidí no extrañar.
Hace un año fue hace un año.

Y hoy, solo me queda esperar.