Había en sus hombros descubiertos algo especial, líneas suaves que ahí nacían, después subían y bajaban por su cuello para aterrizar en su pecho y perderse en sus senos…

Su mirada profunda devoraba cada movimiento y sus labios carmesí te atrapaban. Lo peor era su aroma, un dulce y a la vez ardiente vapor que deleitaba los sentidos, podía olerla, sentir su aroma. Cada centímetro de mi piel quería absorberla, poseerla…

Lo prudente habría sido huir, o desprenderse, quedarse y sumergirse hasta dejar de existir. La realidad, es que yo había perdido mi voluntad, mis ojos, mi boca, y cada centímetro de mi piel tenía hambre.

Hambre de ella, de su ser, su presencia.

Ella había vencido…

Fotografía por Richard P J Lambert