Te hallé en un crepúsculo. Ambos, inocentes, colisionamos, quizás por dictamen del destino, quizás por casualidad, quizás por error. La hora era tardía, los terrores acechaban y nosotros, cegados e ignorantes, nos aferrábamos a las últimas luces del cielo.
Y sin percatarnos, llegó la noche.
Envuelto en negro, envuelto en una enorme sombra, dejé de ver las estrellas; dejé de ver, dejé de verte.
En un infinito cuarto oscuro te perdí por completo.
Solté tus manos, solté tus brazos y solté tu corazón sin darme cuenta.
Tan espesa era aquella oscuridad y tanto me preocupé por no perderte en ella.
Te perdí.
Te hallé en un crepúsculo y cayó la noche.
¿Llegará la mañana?