¿Hace cuánto que no escribes una carta?
Una carta sincera; atemporal, que te haga sentir desnudo al leerla. Que no sea complaciente, y lleve tu nombre intrínseco. ¿Hace cuánto, que aún, sin tener un reloj a la mano el tiempo sigue fluyendo sin ruido?
Y aquí, una noche de letras. De puño y letras. De verdades sobre el papel, cuántas verdades. Y sé que te preocupa lo que pueda venir ahora, porque tengo la impresión de que no estamos soñando. Incluso, puedo imaginar que puedo darte todo. Qué vanidad.
Sin embargo, sigues siendo mi único miedo. Que al final de esta carta, entre mi puño y letras, no pueda encontrarte. Aún cuando todo lo que posee vida en esta ciudad lleva tu nombre. Necesito esa puerta que me das, la que conduce a tu mundo. Lejos de donde estoy, tan solo y deshabitado.
Cierra los ojos, abre el cielo. Y regálame un pasaje de luna llena. La espera propicia, para alcanzar la plenitud que solo nuestro amor puede mezclar. Y abrazarnos el alma interminablemente, como ese deseo que crece cuando más amarga se presta la distancia.
De pronto me iré, y no sabré volver. Pero poco importará, siempre tendremos la resolución a mano:
Total parcial: te quiero. Total general: te amo.
Mi nombre en imprenta,
y tu dirección constantemente cambiando.