Me cuesta escribir sobre ti porque es verdad, eres todo y nada.
Me cuesta escribir sobre ti porque puedes llevarme al cielo y arrebatarme el corazón al mismo tiempo.
En realidad, me cuesta describirte.
Puedo amarte y odiarte al mismo tiempo. Estás conmigo y no estás. Me subes al cielo y también restriegas mi ser contra el pavimento. Me haces sentir amado y también descubrí contigo la soledad.
¿Por qué tendría que quejarme de esto? Si al final de cuentas te tengo de alguna manera u otra. No eres mía, no eres de mi posesión, pero tampoco puedo decir que eres mi pareja.
Tú quieres mantener lo nuestro en secreto, no quieres que nadie se entrometa, que nadie lo arruine; pero ¿por eso tienes que soltar mi mano cuando vamos por la calle?
Cuando estoy con algunas copas encima, suelo llamarte y decirte todo lo que tú significas para mí, tú respondes con un “¡qué tierno!, no sé qué decir” y yo pretendo creerlo cuando en realidad sé qué lo dices o lo haces con tal de no corresponder, porque en realidad no quieres decir nada y no crear en mí expectativas, pero, ¿cómo no hacerme esas ideas si me has regalado los mejores momentos de mi vida?
Nunca me había sentido tan afortunado de despertar y que lo primero que vieran mis ojos fuera tu piel tan diáfana. ¿Cómo olvidar que mi sudadera te va mejor puesta a ti que a mí con ese cabello negro que recorre los pliegues? En unos cuantos días lograste lo que nadie en años…
Si vas por la calle pretendes no conocerme, me miras y al instante giras la mirada a otro lado; pero cuando estamos tú y yo, sólo tú y yo… me haces creer en los cuentos de amor, en las historias de película. Como si de dos personas en ti se tratase. Si quiero verte, tengo que insistir por un lugar en tu ocupada agenda, y aunque hemos quedado, ruego porque no canceles.
Recuerdo que cuando lo nuestro se acabó, yo juraba que lo nuestro no era algo pasajero, yo te quería a ti para toda mi vida. Por ti caminaría sobre las brasas, por ti dejaría de amarme a mí para amarte aún más a ti. Aunque no me amaras yo seguiría aquí a tu lado porque lo que yo siento es incondicional.
¿En qué estoy fallando?
Cuando me cambiaste por otra persona caí en depresión por días, semanas, meses… no quería salir, reír, ni cantar…, rezaba todas noches porque te quedaras hasta que dejé de creer en Dios.
El cuerpo pesaba, mi cuerpo no respondía, mi mente dejó de crear y mis sentimientos colapsaban.
Lo verdadero nunca termina, ¿o sí? ¡Claro que termina!
No te puede olvidar, por supuesto. Sólo se trata de aprender a vivir con ello, pensarte menos, dejar de permitirte que formes parte de mis prioridades. Aunque a menudo te recuerdo, cada día duele menos, las canciones y objetos que relacionaba contigo dejaron de herirme, tengo que asumir la situación y me despedirme de ti.
Fotografía por Richard Gaston
Amante de la música y las letras.
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