Las medidas rondaban las 40 x 22 pulgadas. La calidad del objetivo se hacía notar en los finos detalles del escaso vello del pubis y en las líneas que cuarteaban los dobleces en su piel. La tenías ahí: una mujer desnuda, así lo acostumbraba -dicho por él- desde que tenía 25 años, cuando el único vehículo discursivo que halló fue la desnudez del cuerpo humano. Fue ahí donde hasta ahora ha tenido la oportunidad de observar furtivamente, bajo el zoom de su cámara la anatomía del tiempo constatada sobre células y tejidos. Y es así como lo comunica con fotografías enormes que no dejan mediar distancia, no supe qué hacer ante semejante imagen, solo deseaba haber sido yo la belleza que habitaba colgada en esa pared, custodiada bajo las luces amarillas que le apuntaban todo el tiempo… haciendo de ella el cuadro más visto de la galería.
Esa mujer era la afortunada de ser partícipe en el acto de paralizar el tiempo detrás de un ¡click! contundente. Su juventud pudo ser la mía si yo hubiese sido la modelo delante de la cámara… pero ahora estoy destinada a morir y a llorar la pérdida de mis memorias tangibles, a vivir con la ausencia de una pieza de arte que me conserve intacta a pesar del tiempo y sus inevitables caprichos. Pero ahí conmocionada, parada frente a la desnudez anónima sólo pude pensar en lo triste que es el tiempo cuando uno tiene más de 60 años y los únicos amigos que se tienen son los contadores que llevan el control de los negocios. Es triste saber que nunca más volveré a ser tan joven como esta afortunada que sin saberlo fue capturada por un ojo que supo ver y sobre todo distinguir el fragmento de tiempo en el que hacer ¡Click! es necesario. Todo el talento de ese artista fue el causante de reflexiones dentro de mi vieja cabeza. ¿Él habrá sabido el poder oculto que contiene su fotografía?
Pronto se escucharon tintinar las preguntas: “¿Cuánto vale esa pieza de arte?”, “¿Será pretencioso pagar por ella la suma establecida?”, “¿Disculpe señorita: si adquiero esta imagen cuándo la tendré en mi loft?” Los mercenarios, los burgueses, los pretenciosos jóvenes adinerados, los verdaderos artistas, los críticos, los miserables y los románticos no se hicieron esperar dentro de la galería. Y pronto comenzó a reinar dentro de ese frío recinto de arte internacional, un aire de cálido y seductor propiciado por dicha imagen. Todos querían tener esa obra, deseaban poseer esa revelación anatómica, juvenil y sensual. Pero yo… lo único que hubiera deseado era tener la juventud de la modelo y para siempre al fotógrafo.
Fotografía por Denis Ryabov
Lectora que escribe.
Hago fotos, organizo talleres, no me sale escribir de amor.