Cuando comencé a escribir sobre las ausencias jamás imaginé que la tuya seria parte de la colección, ha pasado un mes y algunas cosas han cambiado, otras se han quedado igual pero el vacío que dejaste al marcharte es una constante en estas cartas y es que dejaste fantasmas por todas partes.

Y los domingos se volvieron distintos, las tardes ya no eran para abrazarnos los cuerpos y desnudarnos las almas. Ahora eran grises, volvía una y otra vez a aquella tarde en que decidiste partir.

Cada fin de semana a la misma hora regresa ese recuerdo, ya no están los cuerpos en la cama riendo, llenando la agenda de planes, ahora solo estoy yo.

Sentada a la orilla de la cama observo como el viento acaricia cada rincón del jardín donde alguna vez las promesas sirvieron de sello para un pacto que no se cumplió.

El viento también trae tus palabras y las repite una y otra vez hasta que cae la noche y no queda más que cerrar los ojos y esperar a que tal vez, mañana, tu ausencia duela menos y que tu fantasma se canse de estar tan cerca mío, que te vayas por completo y que tu ausencia no llene ni una página más de este diario, de esta vida.

Fotografía por callaveron