Añoro el invierno a pesar de ser otoño, ese beso tuyo fue el último sin siquiera saberlo, tan poco memorable que a diferencia del primero ya no recuerdo, debo de mentir y ponerte otra ropa, otro peinado, inventarnos otra situación ¿Cerré los ojos o los mantuve medio abiertos? Debo confesarte que me encantaba ver cómo te entregabas a mis labios, por eso, te besé con los ojos abiertos más veces que con los ojos cerrados, nunca lo supiste, te habrías enojado. Añoro tus ojos azules color invierno a pesar de que soy el anaranjado del otoño y es que ese beso estacional tuyo me mató y me seguirá matando cada vez con más fuerza, hasta que me vea incapaz de renacer con la muerte del verano, me arrancaste el suspiro con tu viento invernal y te lo llevaste lejos, muy lejos, para caer en los brazos erróneos de la desconocida primavera y regalarle con tú boca mi último aliento. Añoro esos, tus labios fríos que se mueren poco a poco al besar a la falsa primavera, que se engaña y hace renacer todo cuando ella no puede hacerlo. Olvidaste conmigo ese azul tan tuyo, ahora cuando los veo siento que te beso, que te beso otra vez, como la vez en que dios nos presentó y al mirarnos nos enamoramos, yo para siempre, tú solo un tiempo. Me seco junto al tronco de un viejo árbol, que por más que el verano riega no renace y el azul que abandonaste muere conmigo, mientras lo hacemos yo le cuento historias de ti y reímos, lloramos, amamos y esperamos a que la muerte llegue, piadosa, por ambos.

Fotografía por Michael Dietrich