De esas tardes que se convierten en noches en un abrir y cerrar de ojos. Un hilo de pensamientos parece acelerar los segundos, mientras las mil voces se agolpan en tu cabeza.
Cada pequeño susurro incrementa el volumen hasta convertirse en alarido, cada palabra intenta ganar más poderío que el resto, todo se torna confuso y las energías empiezan a escasear.
Sales un momento de tu cabeza para retomar el control, han pasado una, dos, tres horas… Parece que tienes todo resuelto, te llena esa sensación de haber aprovechado el tiempo, pero no tienes nada en tus manos y vuelves a caer presa de los susurros.