Encuentros cercanos con la muerte

¿De qué te sirve el conocimiento cuando no eres responsable de compartirlo? Aprendí que, de nada, muy a la mala. He dedicado mi vida entera a aprender cosas que a nadie le interesan y de las que nadie quiere hablar porque siempre hay mejores cosas de las cuales hablar y resulta ser que ninguna de esas, encaja con lo que sé.

Desafortunadamente en casa me enseñaron a no desperdiciar palabras porque pierden su significado, pierden fuerza. Es como cuando más repites una palabra en algún tiempo te comienza a sonar rara, es como si de alguna manera muy inconsciente no nos gustara cuestionar el mundo como es y por eso nos detenemos. Eso es lo que nos diferencia de algunas personas: quienes no se detienen y buscan algo más.

Mi padre solía decir que la vida era para los revolucionarios, claro, él hacía referencias a las bandas de heavy metal con las que creció y con las que también crecí. Desde su punto de vista no había nada como los requintos pronunciados por bandas como Iron Maiden y Rush, y ahora lo comprendo. Artistas de esa magnitud no son convencionales, hay algo en ellos que atrae al público y es su compromiso. Mi padre tenía eso, mientras crecía de verdad llegó a odiar las matemáticas, sus profesores solían burlarse de todos aquellos que no las entendían de la manera en que ellos sí, y de ahí nace su amor hacia Pink Floyd. Él mismo quiso cuestionar el sistema tan estúpido que existía, pero, no lo dejaron. Tuvo que vivir con eso hasta que acabó su carrera. Una vez graduado su primera opción no fue ser profesor, pero, tiempo después fue algo a lo que tuvo que dedicarse, y honestamente para mí fue puro placer porque era un hombre de muchos talentos y lleno de ideas innovadoras.

Recuerdo las tardes en casa después de la comida, recuerdo el sol golpeando la parte de enfrente de mi casa y el bochorno, el terrible bochorno. Mi padre con sus libros de álgebra, cálculo y otras derivaciones de las matemáticas. Muchas veces me preguntaba que era lo que hacía todos los días (además de planear clases) y nunca lo vi hasta que crecí. Había maneras más sencillas de comprender las cosas y él lo sabía y si no lo sabía: creó algo para que así fuera. Cuando por primera vez me topé con materias como cálculo diferencial o álgebra, al principio lo odiaba porque no comprendía nada. Mi papá decía que no era mi culpa, que había maneras más fáciles de hacer las cosas y en ese momento, se dispuso a enseñarme. De una fórmula tan compleja, él creaba algo sencillo y divertido. Nada tedioso.

Ahora creo que parte de su compromiso fue no solo darme a mí, sino también a sus alumnos maneras más sencillas de aprender y de disfrutar las matemáticas. Él creó algo y nunca lo vendió, era un hombre sencillo y le bastaba ver a sus alumnos y a sus hijas crecer amando lo que él aprendió a amar. Y no conozco un compromiso tan fuerte como el que él se hizo desde el momento en el que tenía pesadillas con los números.

Quiero creer que soy una revolucionaria (al igual que él) porque no busco mi beneficio al escribir, al decir verdad, pienso que soy alguien que tiene mucho que compartir y nada más que eso. Algún día tendré el valor y la concentración para escribir algo específico, mientras tanto, dejaré esta serie de divagaciones. Terminaré diciendo que espero inspirar a alguien tanto como él me inspiró a mí. A veces pienso que juego a alguna clase de juego enfermo porque inclusive muerto quisiera su aprobación.

Fotografía por Richard Gaston