Caroline tenía nueve años cuando casi muere. Algo le pasó a su estómago y papá decidió que era hora de despedirse. No soportaba verla sufrir más. El veterinario fue a la casa para dormirla después de que nos despidiéramos de ella. Papá puso su canción favorita de Lou Reed, la que da sentido al nombre de su mejor amiga. Todos comenzamos a recordarle lo mucho que la queríamos. Ninguno podía imaginarse el patio solo.
Era un terrier bastante curioso: no tenía un aspecto físicamente especial, pero a todos les llamaba la atención por una extraña razón. Yo estaba convencida que era porque ella podía hablar, no estaba segura del porqué, pero sabía que hablaba y escuchaba mejor que muchas de las personas que conocía.
Ese día mi familia y yo lloramos y reímos como nunca. A pesar de que todos la amábamos y ella a nosotros, sabíamos que su favorito era mi papá. Desde cachorra lo fue. Siempre lo seguía y le daba la razón en todas las discusiones.
Cuando éramos más pequeños, era la compañera de juegos de mis hermanos y mía, pero conforme fue creciendo, se transformó en una especie de niñera. Nos pedía hacer la tarea, mejorar en matemáticas, no regresar tan tarde de fiesta; y todo eso con una mirada que cada una descifraba a su modo. “Lo haré con una condición: dímelo”, le dijo en una ocasión mi hermano. A mi papá le pareció tan gracioso que se lo comentaba cada vez que veía cierto deseo en los ojos de su amiga.
Con el tiempo, empecé a creer que no bromeaba, sino que realmente esperaba tener una conversación con ella. Desde que murió mi mamá, él se siente muy solo. Caroline lo acompañó silenciosamente en su dolor y creo que siempre se lo agradecerá. No sólo lo entendía, sino que trataba de ayudarlo con esas pequeñas cosas que él no podía hacer. Le hacía favores todo el tiempo. Es más, creo que ella le enseñó a planchar y a cocinar para nosotros algo que no fuera pasta.
Nunca olvidaré cómo antes de que el veterinario pusiera la aguja en su cuerpo, mi padre la abrazó y en silencio con su mirada le pidió “no mueras hoy”, a lo que Caroline, con una voz sorprendentemente grave y baja le respondió: “Lo haré con una condición: dímelo”.
Fotografía por André van Tonder
Perdí mi sombra en una apuesta.