El tipo con la botarga de conejo

El tipo entra al edificio. Al muy estúpido lo obligan a vestir una botarga de conejo en la oficina, y yo no lo sabía.

Las señoritas de la recepción hablan de temas sin importancia, se pintan las uñas y presumen sus pitilleras mientras se burlan del tipo. Tienen lápiz labial las gordas entre los dientes, pero no les importa: tienen a su idiota para desquitarse.

El tipo sale del edificio a fumar, se para en el poste, como una ramera pidiendo clemencia, llora, y ni siquiera disfruta de su cigarro al aire libre.

El de intendencia camina hacia el tipo y le suelta una bofetada. Le reclama del por qué no le dejó el almuerzo esta mañana en su bodega. Luego le pide un cigarro y le quita todos los que tiene.

Las secretarias del jefe platican entre ellas y le dan unos papeles al tipo con la botarga de conejo, luego le dicen que tiene que terminar los reportes y enviárselos al jefe, pero rápido, porque está enojado y quiere desquitarse con él.

Conejo estúpido, huyes a tu madriguera a llorar. Cuidado con que te vean y escuchen los demás.

Su cubículo está al lado del área de fotocopias. Allí están unas chicas besándose, y yo no sé por qué se besan. Una le pasa sus caldos a la otra, y la otra los saborea. Entonces llega un tipo alto a molestar al estúpido conejo para que ellas lo observen actuar.

El tipo agacha la cabeza, sin hacer nada. Oye, mariquita, ¿no vas a hacer nada? Cuidado con que se entere tu esposa.

Termina el papeleo y se va a la oficina del jefe. Éste es un tipo asqueroso: está obeso, la saliva le escurre del mentón y no para de fumar habanos.

—Necesito quitarte parte de tu sueldo —le dice el jefe.

—¿Por qué? —preguntá el tipo.

—Llevaré a Marta y a Adriana a cenar.

EL tipo le entrega el papeleo y se marcha. Antes de salir, el jefe le dice:

—Oye, y estás despedido.

—¿Por qué? No puede hacerme esto.

—Sabes que no tolero a los niños, menos los tuyos. No sé por qué trajiste a esa cosa al trabajo si sabes que no los tolero. Despedido.

—Es que mi esposa…

—Es que nada —lo interrumpe—. Largo de mi oficina.

El tipo busca una caja entre la basura y luego volvemos a entrar al edificio.

Guarda sus cosas, se quita la botarga y la deja sobre el escritorio. No encuentra sus pantalones, alguien le ha jugado una broma.

Me mira y me dice que salgamos de ese lugar.

Mamá se enfermó ayer y no había quién me cuidara. El tipo es mi padre, y es un estúpido: hubiera preferido quedarme en casa en vez de sufrir esta humillación con él.

Fotografía por Cleo Thomasson