El timbre del diablo

Muchos universitarios tuvieron que regresar a sus estados, a la casa donde crecieron, en donde se formaron y el lugar donde sus papás los llamaban desde sus cuartos sólo para pedirles que les subieran una taza de café y el cenicero.

Tú tienes que regresar a Córdoba, Veracruz que es un lugar bastante caluroso y pequeño, si pudiéramos compararlo con calzado sería esa chancla de la marca del cocodrilo; es caro, te suda el pie, a veces te resbalas con ellos y ya pasó de moda. No todo está mal, por lo menos tienes comida rica y buen café todas las mañanas ¿Pero quieres eso en una chancla cerrada? No, no lo quieres. No queda más que resignarse…

Las mañanas son coloridas y se acompañan del canto de múltiples pájaros, tu cuarto ya no tiene cortinas porque lo comenzaron a usar como almacén -Ni mi cuarto respetan ya- dices en voz baja como tu mamá cuando se queja de que nadie la ayuda para limpiar la casa (y las dos tienen razón). Ahí siguen todos tus recuerdos de la escuela, ya de plano ni te quejas de tener que estar encerrada todo un mes porque te la pasaste castigada 3 de 3 años de tu prepa y por lo menos 15 años estuviste en un clóset, tal vez pudieron haber sido más, pero la calentura y las ganas de besuquearte con una desconocida en la fiesta de Halloween eran más grandes.

Pasan las horas y tú sacas y sacas papeles hasta que te encuentras con las cartas melosas de puberto enamorado que tenías guardadas en una caja -¿Quién diría que podía escribirle tanto a los niños que me gustaban? Ahora ni un ensayo de dos cuartillas puedo hacer, ni me gustan los vatos. ¡Qué cosas..!- Pero ahí está la primera carta que le escribiste a tu primer crush cibernético, una argentina que le gustaba el arte. -Chale, sí me enamoraba con bien poquito-

Por fin te llega un mensaje de tu novia, ella se quedó en Puebla, le mandas las fotos que encontraste de cuando eras bebé y le platicas que desde siempre has sido súper cheesy. La conversación toma otro camino, te pones muy caliente y lloras tantito porqué no sabes hasta cuándo se puedan volver a ver (pero lloras más que nada porque no lo has hecho en todo el mes) PERO ESO NO TE QUITA LO CALIENTE ¿y sabes qué es lo peor? Qué nunca te has masturbado en esa cama antes, o sea… Sí te besuqueaste con un par de amigas ahí pero nunca tuviste el valor de explorarte justo en ese cuarto (ni en ningún otro de la casa) pero mucho menos en tu cama.

-Ni pedo, le pondré seguro a la puerta y le tocaré el timbre al diablo. Espero no esté ocupado.

Tienes unos cuantos orgasmos y entonces te preguntas qué tanto hiciste esos tres años encerrada en el cuarto, toda la pubertad desperdiciada ¿En qué? Aparte de ser bulleada porque decidiste comenzar a raparte la cabeza. -Me hubiera tocado más, este colchón está más cómodo que el de la casa que rento. Aparte, en este me consta que nadie ha cogido (lloras otro tantito)- Ya se te cansó un brazo y decides hacer el paso de la muerte. Triunfas y sigues dándole vuelo a la hilacha.

Terminas más sudada que de lo que de por sí ya estabas porque vives en un lugar que es como una chancla cerrada, te lavas las manos para evitar el contagio de covid y de paso, el olor del monte (de venus) menos explorado del mundo.

Por fin le pones cortinas a tu cuarto y el vecino te da las gracias desde su ventana.

Fotografía por Magnus Jorgensen