El tiempo es relativo

Hoy he tomado la decisión de olvidarte… y ayer, también hace dos semanas, seis meses, un año. ¡Wow, que novedad querer dejarte ir…!

Pero, esta vez, es la definitiva. Lo sé.

No sé cómo le haré si, cada que hablo con mis amigos, un recuerdo intrusivo me grita: “a ella también le gustaba eso”. “Ella también decía eso”. “Ella también quería conocer ese lugar”.

“Ella también…”.

Y aunque evite decirlo, mi mente no tiene filtro y me lo grita. ¿Me odia? ¿O te ama tanto que no te quiere soltar y se aferra a lo más mínimo para mantenerte viva?

No sé en qué momento tomé la decisión de crear un nuevo planeta para mi, al lado del tuyo.

Seguramente porque antes de ti sentía que esta realidad que me atropelló no era la que quería vivir.

Dicen que los niños tienen una imaginación tan grande, que es posible vivir en el espacio sin oxigeno.

Que curioso, así me sentía contigo.

Podía volar sin tener alas, teletransportarme sin pensar obsesivamente en que los átomos no se pueden separar. Y vivir para ti. Ese planeta extraño que nunca se dejó conquistar del todo.

Pero, ya es suficiente. Ya he crecido.

Ya basta de “cómo sería si…”. No, ya no es. Y si es, no lo quiero saber. No lo quiero imaginar más.

Ya no más ‘te extraño’. No lo hago. Sólo extraño aquel planeta que siempre veía desde mi ventana y que ansiaba conocer. Y lo conocí. Triunfé. Pero, ahora sólo hay desierto. Y, entre tantos, no vale la pena seguir apuntando mi telescopio hacia allá.

Es verdad… quizá no haya otro planeta igual.

Pero, me arriesgaré a explorar el universo. Me arriesgaré a explorar este planeta que creé y que creció tanto que ya no mira para atrás.

En alguna parte de mi seguirás existiendo, eso sí es real.

Pero hoy decido olvidarte, para siempre, en el resto de mis memorias.

Fotografía por Edie Sunday.