Y estaba con el. Derrepente viaje hasta un río desconocido caminaba junto con mi maestro, escuchaba el sonido del viento pasar por los árboles.

 

Aquel río era muy turbulento, muy sucio, saltaba la diferencia por qué todo a su alrededor era hermoso. Perfecto.

 

Maestro -le dije. A dónde vamos? Por qué caminamos?

Mi maestro solo volteo a verme y me tocó el pecho. Confía joven aprendiz.

 

Seguimos caminando, el río era feroz, peligroso. Mi maestro, con la vista enfrente me guiaba a dónde? No lo sé.

 

Maestro paremos de caminar no se a donde me lleva, estoy cansado de seguir.

 

Mi maestro se sentó. Cerro los ojos, joven aprendiz debe enseñarse a tener paciencia; la paciencia es una virtud y tenemos que trabajar en ella. El camino es muy largo. Y solo usted decide cuándo parar. Por ahora a parado y aquí estoy acompañándolo respiré hágase conciente de su respiración y dese cuenta lo agitado que está.

 

Mi respiración era agitada pero no me había dado cuenta. Sentía como mi cuerpo inhalaba y exhalaba casi al momento. Le pregunté a mi maestro como es que lo sabía.

 

Mi maestro solo respondió; – yo lo conozco más de lo que usted se conoce.

 

No dije nada, me senté a un costado de mi maestro. Trate de controlar mi respiración cerré los ojos, mi maestro se levantó, se puso a mi espalda y puso una de sus manos en mi cabeza.

 

Joven aprendiz. Ha caminando muy poco para que esté pensando en terminar este viaje.

 

Abrí los ojos, tome su mano, tome un gran suspiro y le dije; – tengo sed maestro.

 

Mi maestro se acercó al río. Se sentó y me dijo. – aquí hay la suficiente agua para que sacie su sed aprendiz.

 

Me acerque a el – pero maestro esta agua está demasiado turbulenta, esta agua está sucia. No puedo tomar de aquí.

 

Joven aprendiz, todo depende con que ojos vea el problema. Que ve a su alrededor?

 

A mí alrededor veo cosas perfectas, árboles hermosos, cantos de pájaros divinos y un cielo despejado, azul.

Pero este río es todo lo contrario.

 

Aprenda a abrir los ojos. Usted no puede parar aquí. Acércate.

 

El maestro empezó a lavarme la cara con el agua del aquel río, sentía sus manos suaves, delicadas, tocaba mis ojos y los limpiaba.

Deje de escuchar la furia del agua, ahora solo escuchaba el viento y el canto de las aves.

 

El maestro había terminado de lavarme el rostro. – aprendiz abra los ojos.

Me costó un poco abrirlos, cuando pude vi un río tranquilo con agua cristalina. Podía ver cómo los peces se acercaban a Su mano. Podía ver la hermosura.

 

Sorprendido; Le pregunté, que había pasado? si hace un momento ese río era una furia, una bestia que nadie podía detener.

 

Mi maestro delicadamente me dijo, todo depende con que ojos veas las cosas.

Joven aprendiz debe aprender a lavar su rostro para que vea la belleza de las cosas. Así es la vida. Vea el agua. Que nota?

 

Veía mi reflejo. Una silueta definida un espejo natural.

 

Maestro, soy yo. Me veo a mi. Ese, es usted y usted ha hecho esto.

 

Si ha podido parar un río. Puede parar cualquier cosa que surja en este camino.

 

Usted es la llave para que todo lo que ve a su alrededor se vea tal como ahora. Usted crea está perfección.

 

Tome. Me ofreció tomar agua de sus manos, lo hice. Ahora aprendiz sacie su sed y sigamos.

 

Usted verá este río violento y luego lo verá hermoso. Solo usted sabe controlarlo y usted sabe si el río se enoja o se tranquiliza.

 

Sigamos maestro. Le dije. El sonrió y puso su mano en mi pecho; yo lo acompañaré en todo el camino joven aprendiz.

 

Lo acompañaré hasta que usted aprenda y sepa cuidar de este paraíso.

 

Seguimos caminando.

Hemos seguido caminando.

 

De a poco regresé a mi realidad, había terminado de meditar. Me di cuenta que estaba en aquel cuarto iluminado con una veladora. Sentía mi cuerpo muy cansado. Mis piernas me dolían demasiado.

Toque mi rostro tenía lágrimas, Había llorado en el lapso que no estuve.

Tenía una paz que no había sentido, me sentía feliz, aliviado.

 

Le doy gracias al maestro.

 

Gracias Buda.

 

Seguimos el camino.

Seguimos caminando maestro.