Hoy le quite los retrovisores a mi motocicleta, de igual manera dejo de ser una “Bobber” le he reinstalado el asiento de copiloto.
No quiero ver los autos y camiones que voy dejando atrás mientras el aceite se empieza a evaporar. Disfruto el camino en solitario y ahora tengo un espacio extra para aquella bella femme fatal que me quiera acompañar, a volarnos las casetas y a tomar la carretera.
Me he amarrado con fuerza a mis mugrosas botas, las bujías de platino empiezan a estallar y mientras mas se tensan los chicotes el carburador no para de gritar, su garganta corroída empieza a sangrar, es un masoquista empedernido para nada tímido.
¡Que placer tomar las curvas sin temor a derrapar!
¡Que placer abrirme la camisa, acelerar y avanzar!
Si uso o no uso casco poco puede ya importar, a esta velocidad si me caigo me voy a matar, es mejor no pensar en eso.
No es momento de calentar las balatas hasta llegar al mar, las montañas, la selva o ¿Por qué no? a las estrellas que tanto me gusta admirar.
Con el manillar en mis manos y como siempre despeinado me declaro:
“El Rey del Camino”
Tropezar en la dirección correcta es la única manera de avanzar.