El francotirador

El tipo ya estaba ahí. Todo listo. ¡Pinche inconveniente! Ella, la Bernardita Morello apareció. Se paró justo en la ventana. ¿Por qué?

Cuando ella se acercó a mí y me pagó para que le diera un tiro a su esposo, ¡piche esposo! Ahora tenía que esperar a que se quitara de la ventana. ¡Pinche ventana!

¿En verdad quería que lo matara? No, a lo mejor todo se trataba de alguna treta erótica que se traía esos dos (y entonces apareció un paisaje en mi mente, el de los juegos que solía hacer con la Alicia, ¡pinche Alicia! Ojalá no te hubieras ido con el chinito a la continental).

Un francotirador no tiene que andarse con estas cosas, más si está de clandestino en alguna azotea. Tenía que haber disparado a ambos, jamás se hubiera dado cuenta nadie. ¿Qué serían dos muertitos más? Entonces la vecina del departamento de al lado me vio y comenzó a gritar. ¡Pinche vecina! ¡Pinches gritos! ¡Pinche continental!