El fin del mundo ha sido más largo de lo que esperaba

De pronto no importa si es domingo o miércoles, ni la ropa que me he puesto hoy, ni si es la misma que usaba el día de ayer. No sé si han pasado dos horas o tres, o si el sol está perfecto para pasar un día sobre el pasto haciéndome preguntas que no puedo responder, porque de cualquier modo hoy todo se siente más lejano que siempre, de todos modos ninguna pregunta tiene hoy una respuesta. Esto es el fin del mundo y por fortuna tendré más tiempo para pasar dentro de mi playera favorita. Uno no espera eso del fin del mundo, la ropa cómoda.

Si a mí me preguntan, esto lleva algunos años ya desmoronándose, pero aunque hasta cierto punto pudimos estar avisados, no había forma de que estuviéramos prevenidos. ¿Por qué lo sé? Porque es así como se rompe todo, de a poco y en gritos callados. Entramos a un ciclo sin fin del día más introspectivo y deprimente de la semana, donde no se sabe qué hacer con uno mismo en la víspera de ese primer día que salva la mente de la nada. Hoy nada nos salva de nosotros mismos.

No me veo corriendo por mi vida, ni juntando provisiones o sosteniendo un arma por primera vez por si alguien o un temible algo viene a quitarme lo que me hace pertenecer a este planeta, aunque sí temo un poco. Dicen que lo mejor que puedes hacer hoy por el mundo es no hacer nada sino tomarte un domingo infinito. Definitivamente no imaginaba el fin del mundo sentada golpeando letras con los audífonos a tope, no imaginaba tener que llenar las horas, ni el fin del mundo descalza y la piel más suave que se ha visto en mi rostro jamás.

Aunque sí hay algo que me hace sentido con el fin del mundo: Los escombros, la nostalgia por aquellas memorias y vínculos que por su fragilidad no lograrán preservarse a sí mismos; la idea de tener que dejar mi lugar de siempre para partir a otro más seguro. Aunque no puedo ver nada, no voy a ningún lado, sólo puedo sentir los derrumbes, los incendios y las tormentas que no pertenecen a nadie más que a mí en este eterno domingo.

Este juicio se está haciendo más largo de lo que yo esperaba. Y ni se va a acabar de todos modos.

Fotografía por Magnus Jorgensen