El día que el mundo se detuvo conmigo

Así que es cierto, estás deprimida. Y además tienes ansiedad. El mundo… tu mundo se detiene a cada rato mientras allá afuera el mundo ‘real’ continúa moviéndose. Mientras tú pasas siete días encerrada arrastrándote de la cama al sillón y viceversa porque se le acabó la gasolina a tus razones de existir, el mundo allá afuera sigue su curso normal: las personas van a trabajar, se reúnen, hacen fiestas, toman café, compran, visitan a sus amigos. Mientras tú llevas seis meses con un calendario vacío y la imposibilidad de idear un plan que no sólo involucre la inmediatez del siguiente día, allá afuera alguien compra un boleto para un viaje a fin de año,  dos personas  se comprometen, alguien más da el enganche de un automóvil que tardará cinco años en pagar. Mientras tú vives con la constante sensación de que algo está mal… allá afuera casi nadie piensa en eso.

Pero entonces un día el mundo, el de allá afuera, se detiene, deja de funcionar… y no puedes evitar sentir la egoísta sensación de que por fin dejaste de quedarte atrás, de que por fin puedes sentirte cómoda en un mundo que dejó de ser lo que era para adecuarse a un ritmo muy parecido al tuyo.

Ya no existe más el mundo que jamás se detenía.
Ya no existe más el mundo que te exigía funcionar.

Fotografía por asketoner