La noche tiene su encanto.
El calor de la noche nos habita.
Nos muestra con espejos esa oscuridad que no podemos ver de día.
Nos convertimos en almas rebosantes de placer que blasfeman en forma de gemidos.
Entendemos el mundo a través del tacto y juramos falso amor para burlar la soledad.
Nos dejamos encantar por la fugacidad del tiempo y nos movemos como si no hubiera mañana.
Enloquecemos.
Ardemos por dentro.
Bailamos con la libertad.
Fotografía por Abel Ibáñez G.