Hace cuantos años que desconozco quien eres. Incluso he olvidado tu voz. Para ser honestos, hasta ahora no habías sido más que un personaje secundario en esta vida. ¿Quién mierdas eres? Me pregunto mientras deslizo mi dedo entre tus post repentinos que aparecen en mi feed. A veces me siento como una marioneta, respondiendo a los caprichos de los escritores de mi vida. ¿Quién está a cargo de la dirección creativa? ¿Eres tú, Diosito? -me rio, volteo al cielo.
No sé en que momento decidí mandarte un mensaje. Te lo juro que alguien esta a cargo de mis hilos y no soy yo.
¿Escuchas mi voz al leer esto?
Hace tanto tiempo que te desconozco, si no es por que tu nombre me sigue siendo familiar, juraría que eres otro cuales quiera rodando por el mundo a kilómetros de mi. ¿Quién me ha echo mandarte mensaje? ¿Qué te ha echo contestarme? Hablar con desconocidos es lo de ahora, pero quien empujó el engrane en primera instancia. Y siendo rigurosos, no eres un desconocido, solo no he visto la nueva actualización de tu sistema operativo.
¿Porqué ahora, justo ahora, llegan las ganas de verte? Supongo que es porque no puedo imaginarme tu voz, y en mi esquema mental estás incompleto, quiero escucharte. (¿Cómo es que hablas ahora? ¿Dices lo que piensas?). Otra es que diosito está teniendo diversión de esto, estupendo plot -me rio y volteo al cielo-. Me siento observada por un ojo gigante, uno pícaro y muy risueño.
¿Estás escuchando mi voz al leer esto, o es la tuya? ¿Es mi voz la que está narrando esto o es la voz de quien esta a cargo de los hilos de mi marioneta?
He recibido una respuesta afirmativa y demasiado efusiva -los escritores le están poniendo empeño al drama.
Mierda, ahora vienes en camino, estás muy cerca. Más de lo que hubieras estado nunca, y me aterra pensar ahora en las coincidencias. Por eso las ganas de hablarte, porque curiosamente presentí que venías (va de nuevo, malditos escritores).
Justo cuando te vayas y me dejes, me dirás que “no hay accidentes en la vida”, pero eso aún yo no lo sé, y tu tampoco. Ahora sólo trato de no entrar en pánico. Quisiera hablar con mi yo de hace diez años y tratarle de explicar que algunos momentos insignificantes se van a ir acumulando como avalancha y nos arrojaran justo a este momento, pero ella ya no existe. Entonces, estaba dicho que… esto iba a pasar, y ella, aún no lo sabía.
Llegas y me miras, como si hubiera pasado tan sólo una semana. ¿Cómo te ha ido? Que pregunta tan obscena, entendiendo que habría que sentarnos a ver una serie de la vida de cada uno para saber como nos ha ido. Nos reímos, sabemos que en ocasiones bien y en otras no tanto.
Tienes el mismo nombre, la misma cara, el mismo color de piel, te siguen dando risa las mismas cosas y sigo preguntándome: ¿quién eres?
¿Quién vas a ser para mi?
Vienes una noche o dos, esas serán suficientes, para sentir como que eras parte mía desde antes, mucho antes de lo que creía. Pero, eso yo aún no lo sé y tu tampoco.
Me limito, mientras tanto, a besarte. ¿Qué puede pasar? Nada, me digo a mi misma. Creo a tus adentros te vas diciendo lo mismo.
La cosa es que va a pasar mucho. Pero eso yo aún no lo sé y tu tampoco.
Nos daremos cuenta que no hay accidentes en la vida. Aun no lo sabemos, pero lo presentimos. Y aún así nos arrojamos, de espaldas en ese tobogán que no tiene fin.
Fotografía por Katya Mamadjanian.
Muchacha de colores y zapatos cómodos para bailar. De boca impertinente, temerosa y tartamuda. Cabellos necios y chamuscados. Nunca musa.