Hola, Natalia. Hace mucho que no estábamos aquí, cara a cara. Ya sé: estás agotada de mí; de los pensamientos que te abundo a diario. Desde pequeña nos sentí fuera de lugar, como si en verdad fuéramos de otra galaxia. Ya te he llevado por los mejores bosques, pero últimamente te he mostrado partes de mí que no querías ver. Nunca supe cuándo sería el momento indicado para mostrarte el bosque entero. Sabía que tus lugares favoritos eran los destellos de luz que se colaban entre las ramas de los árboles, y me gustaba ver cómo disfrutabas al acariciar con los dedos las partículas del aire. Sabía que no era buena idea prolongar tanto la hora de enseñarte esa parte, esa de la que hasta yo solía huir. Pero se fue de mis manos, y entonces esperé a que alguien más llegara y te la mostrara. Lo siento, sé que nos fallé. Y sí, no somos de este mundo, porque somos este mundo, este que nosotras hemos creado. Sé que empezaste a aventurarte por esa parte hace ya tiempo, pero es un camino que a mí muchas veces me parece eterno; por eso evito pasar por él. Es la sombra y tiniebla, el oscuro dolor del atardecer. Sé que ahora sólo quieres salir corriendo, pero… paciencia, nos la merecemos. Confío en ti, de verdad, y sólo te veo crecer… porque mereces hacerte el amor. Ser amor. Es un proceso, un proceso que se parece a la eternidad, aunque no lo sea, sino más bien un instante. Un instante que de vez en cuando llegará para recordarte lo grande que eres.
Fotografía por Jocelyn Catterson
Me gusta escribir para detener mis pensamientos. También me gustan las enchiladas.