Creo firmemente en que el amor se expresa de maneras sencillas.

Y aunque quisiera decir que son aquellas cosas sencillas, cotidianas, las que han hecho que me enamore de ti, no es cierto.

Sé que lo que haces por mí en realidad no implica un sacrificio de tu parte, sin embargo sigues haciendo todas aquellas cosas de las que todo el mundo habla pero que nadie hace porque viven a la espera de que alguien más lo haga por ellos.

No sé por qué, a pesar de conocerte de la manera en la que lo hago, saberte tan humano te ha puesto en una posición de ventaja ante mí misma. Quiero sentir como tú, quiero pensar como tú, pero sobre todo, quiero hacer las cosas de la manera en que tú lo haces.

Eventualmente lo haré. Sigo aprendiendo de todo lo divino que eres y sigo convenciéndome a mí misma que quizá es algo más que un golpe de suerte lo que te mantiene junto a mí, distraído de mis distracciones y manteniendo una conversación constante que no termina en el silencio.

Quizá las cosas parecen ir demasiado lentas, confío en que van a su tiempo y que todo aquello de lo que hablamos los domingos por la mañana con café y los jueves por la tarde con vino, será. Porque no hay otra forma de que sucedan las cosas. Las mereces.

Y podremos colgar nuestras fotografías en la pared, dejaremos de coleccionar los boletos de los viajes porque entonces serán demasiados para seguir usando aquella vieja caja de madera como una cápsula del tiempo. Porque tú eres todo lo que necesito para saber que estoy donde debo.

Parece extraño darnos cuenta que el tiempo está pasando, que la sala ya no está donde estuvo, que ya no está con nosotros el sillón que compartimos, que las tazas se rompieron pero que no pasó nada, las renovamos y con ellas nuestros votos.

Así llegó el verano a su fin, sin embargo nos dimos cuenta de que ya estaba todo listo para el invierno. Los muros eran lo suficientemente sólidos, la madera era buena y basta, el fuego nunca nos haría falta y podríamos hallarnos con puentes de piedra caliza.

Probablemente hoy sueñe con tus ojos, con la manera en que jamás has infravalorado mi capacidad de superar las cosas, con las comillas de tu sonrisa  y con tus manos abrazando mi cintura mientras cuidas que ni una parte de mí vuelva a pasar frío jamás.

Y mañana despertaré para darme cuenta de que sigues aquí. Que el viento no te lleva consigo, que las palabras que dijiste ahora son repetidas por los valles y las montañas, que las dicen porque las aves y los venados también disfrutan escuchar historias de amor.