Dos toros, en época de sandía fresca

Dos toros, en época de sandía fresca

Dos animales prendidos…
Él la vió por primera vez en una foto amarrada a un árbol
Ella le vió con su cara de loco
Se conocieron
Hicieron fuego
Montaron bicicleta camino a casa con la luz de una luna llena que alumbraba el camino y los matorrales del río
Se rieron
Tomaron vino
Mordidas llegaron
—A veces es bueno decir no— Le dijo ella a él
Se despidieron arrancándose los labios. A mordidas. Festejando que era temporada de sandía fresca y roja.

Una semana pasó. La lluvia llegó. El acostado en una camita que parecía de gato. En un cuarto diminuto. Ella entró como una gata. No dijo nada. Los dos decidieron empezar los primeros pasos a lo que serían dos toros que se romperían el corazón a pedazos. Pero primero: mucho sexo. Mucho vino. Mucha sandía.

Ella le dijo a Él que su padre quería comprar la misma lámpara roja en la que bailaría esa noche para deleite de los grillos que miraban detrás de la ventana. Queriendo resucitar. Hoy, no en ciento cincuenta años. Como humanos. Para sentir dolor. Pero también.. para ver la silueta felina/humana bañándose de rojo… y poder tocar, y morder.

Luego llegaron las diferencias. O más bien eran demasiado iguales. Se peleaban por las mismas tonterías por las que se pelean aquellos toros que nacen entre abril y mayo…

El remedio llegaba por la noche. O cuándo la lluvia. Él estaba por cerrar un asunto pendiente con una mujer sagitario… todo estaba concluido, pero había que liberar el último fuego. Ella como Toro se sintió acorralada.

Quedaron en comer pizza. Él dijo que la pizza era deliciosa pero que se notaba que en esa cocina nadie hacía el amor. “!Qué cosas dices!” Dijo ella. “Probablemente esto no tenga sentido en el Este de Asia. Pero en America Latina en una cocina donde hay pasión… pasan cosas..”.

Llegaron al sitio donde iban a hacer un ritual. Él se relajó. Ella se convirtió en un toro. La ambigüedad desprendió miedo. La metamorfosis llegó. En un laberinto. Y lo despedazo con cornadas.

Se volvieron a hablar a través de mensajes. Él le dijo “Me rompiste el corazón con tus cuernos” ella le contestó “Tú también maldito toro imbecil”.